Aunque, formalmente, en la Industria Aeronáutica preferimos referirnos a estos vehículos aéreos como UAV (Unmanned Aerial Vehicle) o RPAS (Remotely Piloted Aircraft Systems), el uso del término “dron” se ha normalizado en los medios de comunicación y ya forma parte de nuestro vocabulario cotidiano. Hace años, los drones estaban asociados a aviones espía que desempeñaban misiones militares de reconocimiento con capacidad incluso de integrar armamento. Con el paso del tiempo, su uso ha dejado de estar restringido a un ámbito militar y a nadie se le escapa el protagonismo que han adquirido en aplicaciones civiles como emergencias, fotografía aérea, agricultura, lucha contra incendios, investigación geológica, etc.

Cualquier usuario sin un gran conocimiento específico puede construir su propio dron equipado con un autopiloto y cámara de video por escasos 200 euros

La accesibilidad a estos drones ha aumentado de forma exponencial en los últimos años. Cualquier usuario sin un gran conocimiento específico puede construir su propio dron equipado con un autopiloto y cámara de video por escasos 200 euros. Su pilotaje no plantea un gran desafío y muchas marcas permiten hacerlo desde un teléfono inteligente convencional. Se espera que en el 2020 las ventas alcancen los 16 millones de unidades, según un informe de Juniper Research, multiplicando por 4 la actual cifra de ventas. Y, precisamente, la proliferación de estos aparatos representa un problema real para la seguridad aérea.

Hace pocas semanas, un avión de British Airways con 132 pasajeros a bordo sufría el impacto de un dron cuando se aproximaba al aeropuerto londinense de Heathrow. Meses antes, un A320 de Air France lograba esquivar un dron a 5.500 pies, en plena maniobra de aproximación al aeropuerto parisino de Charles de Gaulle. Según el sindicato de pilotos británicos BALPA, en menos de un año, 23 casos de incidentes con drones en maniobras de despegue o aterrizaje fueron denunciados en 2015. Los anteriores son claros ejemplos de la amenaza que representa para la seguridad aérea la circulación de estos aparatos en espacio aéreo no segregado (aquel en el que se comparte espacio con aeronaves civiles).

Esta amenaza en la seguridad aérea, que podríamos calificar de inconsciente, donde el usuario no busca un uso malintencionado del dron sino que hace un uso negligente del mismo, se puede transformar en consciente cuando el usuario tiene unos fines maliciosos

Parece evidente que es necesario establecer un marco jurídico que regule la operación de los RPAS en el espacio aéreo con el fin de minimizar incidentes como los descritos y en España ya se han dado los primeros pasos con la creación del Real Decreto Ley 8/2014. Este reglamento temporal establece las condiciones de explotación de estas aeronaves para la realización de trabajos técnicos y científicos, siempre limitados al espacio aéreo no controlado (espacio aéreo con dimensiones definidas en el cual hay un servicio de control de tráfico aéreo) y sobre zonas no pobladas.

Esta amenaza en la seguridad aérea, que podríamos calificar de inconsciente, donde el usuario no busca un uso malintencionado del dron sino que hace un uso negligente del mismo, se puede transformar en consciente cuando el usuario tiene unos fines maliciosos: desde el contrabando de armas o droga en centros penitenciarios hasta el empleo de material explosivo o nuclear con objetivos terroristas. La Agencia Federal de Prisiones de Estados Unidos ya ha mostrado interés por instalar defensas antiaéreas para protegerse de la intrusión de aviones no tripulados. Al mismo tiempo, el Departamento de Policía Metropolitana de Tokio ya está desplegando patrullas de drones policiales equipadas con redes para cazar aparatos sospechosos. La aparición de un dron con una pequeña carga de material radiactivo en la vivienda del Primer Ministro japonés, el año pasado, aviva la pregunta de qué hubiese pasado si ese dron hubiera aterrizado entre una gran concentración de gente, en el transcurso de un evento.

Y las preguntas que a todos nos surgen al respecto son: ¿Están preparadas las naciones para estas amenazas potenciales? ¿Estamos protegidos para un eventual ataque terrorista empleando drones? ¿Puede la tecnología vencer a la tecnología?

Nuestro compromiso como Industria es trabajar para dar una respuesta afirmativa a la tercera pregunta y poder ofrecer una solución que detecte, identifique y neutralice estas amenazas. El progreso tecnológico en la mejora de los RPAS tiene que ir acompañado de una evolución en los sistemas de contramedida que nos protejan de un uso malintencionado de los mismos. En los próximos años entraremos en una lucha entre contramedidas y ataques con contra-contramedidas. ¿Quién saldrá victorioso? Sin duda, el ingenio.

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